lunes, 11 de septiembre de 2017

LAS MUJERES EN LA HISTORIA DEL ECUADOR



LAS MUJERES EN LA HISTORIA DEL ECUADOR 


NELA MARTINEZ


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Nela Martínez Espinosa nace el 24 de noviembre de 1912. Hija de César Martínez Borrero y de Enriqueta Espinosa Espinosa. Su educación primaria la realiza en la Escuela de las Religiosas Dominicanas desde los 5 a los 11 años, la secundaria en el Colegio de los Sagrados Corazones entre los 12 y 17 años, en la ciudad de Cuenca. A esa edad descubre en librerías a José Carlos Mariátegui. Compra y lee Amauta y sus 7 Ensayos. Adquiere noción del marxismo y se vuelve atea. Lee incansablemente a los clásicos y a los prohibidos por el “index” de la Iglesia.
A sus 18 años y después de breve estadía en Guayaquil, se relaciona con los escritores de “Los que se van”. Luego de la pérdida de la hacienda Coyoctor de su familia, a causa de la crisis y garantías a la Iglesia Católica, -que son negadas por el Obispo- obtiene permiso de su padre y viaja a la ciudad de Ambato en donde un inspector de secundaria, que la conocía en el colegio y leyó algunos de sus trabajos literarios, la nombra profesora de una escuela nocturna para niños pobres. La única pedagogía que conoce es la de su solidaridad con esos menores, todos o casi todos trabajadores domésticos.
Corre 1932 y en Ambato se da una huelga general de trabajadores. Nela se adhiere, colabora con ellos se integra al pequeño núcleo comunista, causando la admiración de los propios camaradas, pues era la única mujer entre ellos, dando así inicio a su larga carrera de militante y activista, concurriendo a los sindicatos y ayudando en las reclamaciones obreras. Ese año participó en la huelga de los matarifes y sufrió la brutal represión policial, tenía solamente 21 años de edad; luego ingresa al Partido Comunista, razón por la que es cancelada de su cargo.
Viaja a Guayaquil y junto a Joaquín Gallegos Lara, con quien se casa, se dedica al trabajo del Partido con los obreros y los campesinos: educación política, secretariado, redacción de manifiestos, periódicos, etc.
En 1935 es nombrada representante de su provincia Cañar, en la primera organización de unidad de izquierda que se reúne en Quito, las tareas políticas inherentes la obligan a quedarse en esa ciudad. Desde 1936 participa junto a intelectuales y trabajadores en solidaridad con la República Española atacada por el facismo.
En 1939 su militancia y su trabajo en la primera organización de mujeres con proyección política, Alianza Femenina Ecuatoriana (AFE), a tiempo completo y con un modesto empleo que le permite vivir, hace que pueda ligarse a las trabajadoras e intelectuales que por primera vez intervienen colectivamente en la izquierda ecuatoriana. Vale la pena destacar dentro del trabajo desarrollado por AFE, la creación de las primeras escuelas indígenas en Cayambe, semilla de los posteriores líderes del movimiento indígena en nuestro país.
En 1941 forma parte del grupo de los organizadores del Comité del Movimiento Popular Antitotalitario (Antinazi) cuyo objetivo era combatir la propagación de esas peligrosas ideas en Ecuador, allí fue electa como Secretaria de Organización y Propaganda.
En enero de 1942 se intensifica la campaña antifascista para la Defensa de la Democracia y en febrero concurre a la primera Conferencia Nacional Antifascista en Guayaquil, para, en marzo de ese año, iniciar la publicación del periódico Antinazi, que logra salir con un total de 36 números hasta 1944.
Como militante del Partido había sido nombrada Miembro del Comité Ejecutivo y del Comité Central, militancia que también se manifestaba en el acompañamiento y trabajo con los indígenas ecuatorianos. Dentro de esta línea de actividad sale a Colombia acompañando a Dolores Cacuango para estar presentes en la reunión que convocaba Lombardo Toledano quien tenia la aspiración de organizar a todos los trabajadores de AL. Desde esas fechas no es posible hablar de la organización del movimiento indígena ecuatoriano sin recordar los constantes aportes teóricos y prácticos entregados por Nela Martínez.
En 1943 se integra a las filas de Acción Democrática Ecuatoriana para luchar contra los abusos y el despotismo del Presidente Arroyo del Río, además de una actividad muy intensa en la Confederación de Trabajadores del Ecuador, originalmente una organización de intelectuales y obreros.
Actualmente promueve en el país la oposición a la entrega de la Base Militar de Manta a los Estados Unidos y al Plan Colombia que encubre la guerra de dominación imperialista que se prepara en América Latina. Es miembro de la direcciòn del Frente Continental de Mujeres.
En Nuestra Palabra en marzo del 63 así saludó al Primer Congreso de Solidaridad con Cuba: “Cuba está en nuestros sueños de construir un mundo mejor para nuestros hijos y saludamos su victoria contra las agresiones y su resuelta firmeza, que es garantía de un futuro feliz para todos los pueblos latino-americanos, a la vez que afirmamos nuestra solidaridad y adhesión al Gobierno y el pueblo cubano, a sus admirables mujeres, ejemplo de patriotas y de luchadoras heroicas por la Paz y la Independencia”. La cita sigue vigente en la historia y el pensamiento de Nela Martínez.
Ha escrito durante su vida, con fina pluma, con principios inclaudicables e irrenunciables, con un profundo compromiso de amor con los màs pobres de su Patria y el Mundo, numerosos artículos de caracter literario y político aparecidos en diversas publicaciones del país y América, concluyó y publicó la novela Los Guandos iniciada por Joaquín Gallegos Lara; una cantidad de sus poemas han sido publicados y otros muchos permanecen inéditos, así como cuentos y relatos de enorme valía. Algunos de sus trabajos sobre la vida de la más importante mujer del siglo XIX, como llamara Garibaldi a la Coronela del Ejército Libertador Manuelita Sáenz, vieron luz en una recopilación de reciente edición.


ZOILA URGANTE 

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Zoila Ugarte de Landívar encarna el esfuerzo y los contratiempos que surcaron la vida y las obras de las primeras feministas latinoamericanas del siglo XX. Había nacido el 27 de junio de 1864, día de San Zoilo, en la parroquia El Guabo, ubicada en las cercanías de Machala, en la provincia de El Oro. Fue tercera de nueve hermanos, de los que solamente cinco llegarían a la mayoría de edad. Recibió las primeras letras de su madre y sobresalió desde muy pequeña por su inteligencia y vivaz conversación. Sin embargo, no pasaría mucho tiempo antes de que fallecieran sus padres.  En 1905 fundó La Mujer, primera revista feminista ecuatoriana y tribuna de ideas progresistas.Comenzó a escribir en 1890, cuando con el seudónimo de “Zarelia” envió sus primeras crónicas a El Tesoro del Hogar, semanario de literatura, ciencias, artes y modas, fundado por la poetisa Lastenia Larriva de Llona. Desde sus primeros escritos demostró un estilo literario propio, que con los años le otorgaría singularidad y la diferenciaría de sus contemporáneas hasta consagrarse como una de las principales escritoras ecuatorianas de la época. En 1893, en Machala, Zoila contrajo matrimonio con el capitán Julio Landívar Morán, acantonado por esos meses en dicha plaza. Como fruto de esta unión nacería Jorge, futuro periodista y activista en el Partido Socialista. Dos años más tarde, en el contexto de las revueltas populares que determinarían el ascenso de Eloy Alfaro al gobierno nacional, el matrimonio decidió mudarse a Quito, en donde finalmente comenzaría a madurar como futura referente del feminismo y el progresismo ecuatoriano. Por esta misma época, y mientras su marido combatía en el Ejército, ella se haría un lugar cada vez más importante en la opinión pública quiteña gracias a sus artículos, generalmente escritos con los seudónimos “La Mujer X” y “Zoraida”. En 1905 marcaría un hito en la historia local al fundar la primera revista feminista ecuatoriana, convertida pronto en una auténtica tribuna de las ideas progresistas y democráticas defendidas por aquellas mujeres que planteaban una nueva nación a partir de la lucha y la conquista de nuevos derechos sociales y políticos. Así, La Mujer fue planeada desde un inicio como una publicación mensual de literatura y variedades en donde se expresaron narradoras, poetisas y algunas de las primeras ideólogas del feminismo local, como Mercedes González de Moscoso, María Natalia Vaca, Josefa Veintemilla, Antonia Mosquera, Dolores Flor e Isabel Espinel. Debido a la transgresión de sus artículos, no resultó casual que la imprenta en la que se editaba La Mujer fuera varias veces clausurada, siempre por razones políticas. A fines de 1905 fue designada socia honorífica del periódico El Tipógrafo, un nuevo espacio en el que publicaría sus reflexiones políticas construidas, como en la siguiente cita, con una mirada feminista y de izquierda: “La mujer tiene derecho a que se le dé trabajo pues necesita vivir y no se vive ni se adquieren comodidades sin trabajar. La miseria reinante en Europa es uno de los motivos que con más fuerzas ha despertado el feminismo moderno. Las falanges de obreras que llenan las fábricas no han podido menos que comparar la diferencia de salarios señalados para los dos sexos por idéntico esfuerzo, por las mismas horas de trabajo”. Sus colaboraciones periodísticas fueron cada vez más amplias, y contribuyó con sus artículos en medios tan diversos como La Ondina del Guayas y El Hogar Cristiano, dirigido por Ángela Carbo de Maldonado. Aunque por motivos familiares estuvo en contra del movimiento alfarista que en 1906 destituyó al presidente Lizardo García, en ningún momento abandonó las filas populares ni dejó de lado su ímpetu transformador. Ingresó a la redacción de La Prensa y en 1908 incursionó en la Escuela de Bellas Artes, donde aprendió dibujo, pintura, litografía y escultura, obteniendo varios premios en la Exposición Nacional del Centenario de la Independencia realizada dos años más tarde. Si bien en líneas generales apoyaba al liberalismo radical, sus diferencias con el alfarismo fueron crecientes y, pese a que recibió críticas por parte del oficialismo, encontró en cambio el apoyo de varios de sus colegas periodistas, narradores y poetas, quienes no dudaron en calificar de “brillante acción colectiva” sus denuncias en beneficio de las mujeres y por la pacificación del Ecuador: un Comité Nacional, en el que se encontraban sus amigas, las poetisas Mercedes González de Moscoso, Dolores Sucre, Carolina Febres Cordero de Arévalo y Ángela Carbo de Maldonado; incluso se encargó de realizarle un homenaje público, con un amplio respaldo popular. Ya como seguidora del dirigente liberal Leonidas Plaza, quien volvería al gobierno en 1912, dirigió La Patria por un breve período y posteriormente estuvo al frente del diario La Prensa. Ese mismo año multiplicaría sus actividades al ser electa directora de la Biblioteca Nacional, lo que la obligaría a alejarse del periodismo, si bien continuó publicando sus escritos en el boletín periódicamente editado por dicha entidad. Y pese a las diferencias que había mantenido en los últimos tiempos, el 28 de enero de 1912 fue testigo del asesinato de Eloy Alfaro por una turba enloquecida, y pidió que por favor los despojos del expresidente pudieran ser cubiertos por una bandera nacional. Los siguientes años estuvieron marcados por el fallecimiento de su esposo, en 1913, y por sus renovadas colaboraciones con distintas revistas y diarios, como sería el caso de El Demócrata, dedicado a la literatura el arte y la sociología, a partir de 1914; La Mujer Ecuatoriana, órgano del Centro Feminista La Aurora, de Guayaquil, y Páginas Literarias, editado en la ciudad de Cuenca, en ambos casos, desde 1918. En ese mismo año, fue además invitada a la inauguración de la Columna del Centenario de la Independencia, ubicada en Guayaquil. 


DOLORES CACUANGO

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Mujer quichua, perteneciente al pueblo kayampi, María Dolores Cacuango había nacido el 26 de octubre de 1881 en el latifundio de San Pablo Urcu, en la provincia de Pichincha, donde sus padres se desempeñaban como simples trabajadores conciertos o, como entonces se los llamaba, “indios gañanes”, peones sin sueldo en la hacienda. Creció como campesina en la choza pobrísima de sus padres y sin concurrir a escuela alguna, por lo que solo de adulta aprendió a leer y a escribir. Fue en este contexto signado por la precariedad y la miseria, por el despojo y la discriminación, donde Dolores tomaría conciencia de su situación como pobre, mujer e indígena para convertirse en una de las más conocidas referentes de la izquierda ecuatoriana. De joven se vio en la necesidad de trabajar como empleada doméstica en la casa de los patrones para poder solventar una deuda contraída por sus padres. En 1905 contrajo matrimonio con Luis Catucuamba, y dedicados ambos a trabajar la tierra pasaron a ocupar una choza en el sitio Yanahuayco, cercano al pueblo de Cayambe. Tuvieron en total nueve hijos, de los cuales ocho murieron a corta edad a causa de distintos problemas de salud: solo sobreviviría el mayor, Luis, quien más tarde se dedicaría a la docencia. En su formación, y a la par del recuerdo de las luchas y protestas transmitidas en relatos legendarios por sus mayores, seguramente influirían los profundos cambios políticos y sociales que tuvieron lugar en el país desde las últimas décadas del siglo XIX y que tuvieron a las comunidades indígenas como protagonistas exclusivas de la rebelión contra el poder de los hacendados y de sus administradores y mayordomos. Así, habrá llegado a sus oídos los relatos sobre el levantamiento en Zuleta (Imbabura), violentamente reprimido en 1891, o la sublevación de 1898 de los indígenas de Píllaro (Tungurahua). También fue testigo de la revolución alfarista (1895-1916) en la que se emitió la ley de beneficencia por la que se nacionalizó una gran cantidad de bienes eclesiásticos, empezando por las tierras: la hacienda San Pablo Urcu que hasta ese entonces había sido propiedad de la Comunidad Mercedaria de Quito, pasó a poder del Estado, pero en lugar de devolver las tierras a los indios, se creó la Junta de Asistencia Pública para administrar estas extensiones. La primera acción política de Dolores Cacuango en alcanzar trascendencia y que definiría su específico rol dirigente tuvo lugar a principios de 1926, cuando ya contaba con 44 años, al producirse una rebelión popular en Cayambe bajo la dirección del indio Jesús Gualavisí, uno de los principales referentes de esta izquierda todavía en formación. El principal impulsor de la protesta había sido el Sindicato de Trabajadores Campesinos de Juan Montalvo, primera organización de estas características, que promovió otros conflictos y huelgas en distintas haciendas de la zona bajo la dirección de un grupo de mujeres entre las que comenzaba a destacarse Dolores, tanto por su capacidad de conducción como, sobre todo, por su discurso intenso y enérgico, pronunciado por lo general en quechua y en castellano. La participación de los batallones Carchi e Imbabura y la feroz represión no pudieron impedir que la rebelión se irradiase a otras haciendas y localidades, como ocurrió en el mes de octubre de 1926. Por otra parte, la participación de activistas provenientes de las ciudades, principalmente del grupo Antorcha, como Ricardo Paredes, Rubén Rodríguez y Luis F. Chávez, contribuyó en gran medida a la formación de un nuevo tipo de sindicalismo con una clara expresión social y política, campesina e indígena. Producto del incremento en la protesta social se conformaron las organizaciones gremiales y campesinas El Inca, Pan y Tierra y Tierra Libre, y Dolores pasó a ser conocida como una de las más importantes activistas en esta última entidad. A fines de 1930 participó en los levantamientos indígenas que tuvieron lugar en las haciendas Pesillo y Moyurco, en Cayambe. Entre las demandas se encontraba el fin inmediato a los maltratos, la supresión del trabajo obligatorio de las mujeres, la eliminación de los diezmos y un aumento en el pago por las labores realizadas. Pese a la represión ordenada por el presidente Isidro Ayora, la huelga triunfó y los beneficios obtenidos fueron utilizados como antecedentes para otras protestas similares, como ocurrió en 1931 en la hacienda Olmedo, donde Dolores y otras mujeres cumplieron un papel protagónico desempeñando tareas de espionaje, reclutamiento y defensa, incluso, a riesgo de sus propias vidas.

TRANSITO AMAGUAÑA
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Rosa Elena Tránsito Amaguaña Alba marcó con su ejemplo de vida la historia de las décadas de 1920 a 1970. Fiel a sus principios defendió los derechos de los indígenas. Acompañada por la soledad del páramo, su vida se apagó cerca de cumplir los 100 años. Nacida en 1909 en Pesillo (Olmedo), cantón Cayambe, provincia de Pichincha, su infancia transcurrió en la hacienda de La Chimba, en la que sus padres trabajaban como huasipungueros. Fue destacada líder del movimiento indígena que se desarrolló en Ecuador. En 1936 logró que en el Código de Trabajo, al igual que la Ley de comunas de 1937, por primera vez, y bajo el amparo de los sindicatos, se incluya una serie de normas para reglamentar el trabajo agrícola, las relaciones entre peones y patrones y la defensa de las tierras comunales. Junto con Dolores Cacuango, otra líder indígena, desde 1946, organizó las escuelas bilingües indígenas, con el apoyo de la dirigente política y maestra Luisa Gómez de la Torre, quien las administraba secretamente, porque no eran reconocidas por el gobierno de la época. En 1944, el presidente José María Velasco reconoció a las organizaciones indígenas campesinas como Federación de Indígenas del Ecuador. En 1954, Tránsito apoyó la organización campesina de la Costa, que fundaron la Federación Ecuatoriana de Trabajadores Agrícolas del Litoral.

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